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Historia de Cacocum

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Mas de 400 años de historia atesora el poblado de Cacocum, tierra de campesinos, azucareros, pueblo trabajador que también le ha dado a la patria héroes y mártires, de los que su pueblo se siente orgulloso.

 

San Pedro de Cacocum, 420 años después

Más de cuatro siglos han pasado desde que el 9 de julio de 1599, Don Juan Guerrero, escribano de la villa de Bayamo, asentara en las escrituras públicas de esa demarcación, la entrega como legítima propiedad, a Don Alonso de Cepeda, del hato de Cacocum.

 

A esa distancia en el tiempo, quien transita desde Holguín vía a Bayamo, justo a 28 kilómetros de la cabecera provincial, puede admirar el poblado que fue surgiendo alrededor de la hacienda de Don Cepeda, que de hato pasó a ser poblado, luego capitanía y finalmente municipio.

 

Sobre el origen del nombre hay más de una teoría. En las escrituras de Don Fernando Ortiz, se sugiere que proviene de Macacu, nombre que se dio al reino de Angola. Antaño Macacu fue reino poderoso. En tanto la filóloga Elena Guach, considera que se debe al nombre de algún cacique aborigen de la zona que, según la tradición, se destacó por su rebeldía ante los españoles. José Juan Arron, en su estudio sobre lexicología antillana, resume que “no es más que un lugar de paso por la provincia de Oriente, un barrio del término Municipal de Holguín, un poblado, un ingenio azucarero, una laguna, y un río y el verdadero nombre del barrio y el poblado es San Pedro de Cacocum.”

 

Las disquisiciones sobre el nombre expresan la naturaleza de sus pobladores, un poco aborígenes, un poco africanos, un poco españoles, para decirlo en los términos del propio Don Ortiz, algo de Congo y algo de Carabalí, en fin, cubanos.

 

La tierra fue la principal fuente de riqueza de los primeros cacocumenses. Abonado con el sudor, y hasta con la sangre esclava, el suelo resultó presto para el laboreo agrícola, la ganadería y las plantaciones de caña que permitieron la producción de azúcar y otros derivados como la raspadura, la miel y el aguardiente.

 

Gracias a ello el pequeño hato se fue extendiendo, tanto que para 1775 ya existía una población de 215 personas divididas en 135 blancos, 58 negros libres, 22 esclavos; y en 1885, al momento del establecimiento del registro civil y tribunal, el territorio contaba con cerca de 50 viviendas.

 

Pero este “pueblo de paso” agricultor y pacífico, también tendría sus hazañas heroicas que contar. El 10 de octubre de 1868 cuando se escuchó repicar la campana del ingenio Demajagua y Carlos Manuel de Céspedes invitó a sus esclavos a sumarse a la lucha por la independencia, la noticia se extendió como pólvora por toda la región. En Cacocum ya estaba todo listo, solo esperaban que llegara el día de la fecha acordada.

 

El 14 de octubre de 1868 en la finca Guayacán del Naranjo, capitanía Cacocum, en las riberas del río Cauto, Julio Grave de Peralta se sublevó al frente de 120 hombres. Junto a él, en ademán solidario se levantó, Eduardo Cordón Arallona, para demostrarle a España lo injusto del yugo colonial.

 

El ejemplo de aquellos hombres inspiró a otros como Pedro Salas, Cándido González, Luis Trinidad, Miguel Escalona, Modesto Leyva, Andrés Pelegrino y Francisco Cordovés quienes intervinieron en acciones combativas durante las gestas independentistas; y a los que, tras el Triunfo Revolucionario, se sumaron a la lucha contra bandidos, o a las epopeyas internacionalistas de Angola, Etiopía, Nicaragua entre los que se cuentan Miguel Ángel González Anzardo, Osmani González Betancourt, Jorge Almaguer Tamayo, Isaías Infante Estrada y Dalmacio Céspedes González.

 

Quien transita por la carretera nacional vía a Bayamo, pasando sobre el puente surcado por las vías férreas, las mismas que a principios del siglo XX trajeran a Cacocum mayor desarrollo socioeconómico, quizás piense como Arrom, que es un pueblo de paso, un puente, una estación de ferrocarriles, un central, una laguna y un río; pero la historia que su gente ha construido demuestra que San Pedro de Cacocum, 420 años después, sigue siendo un lugar donde se aporta al desarrollo de la nación y cuyos hijos defienden incondicionalmente a la Patria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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